La madriguera

Hace tiempo que estoy en un lugar desconocido. Y a las pocas semanas ya lo estaba llamando hogar. Empece a colgar la ropa en el armario y a guardas los escasos libros de mi pertenencia.

Todo lo que decoraba y decora la estacia son la cama el escritorio y un mueble de cinco cajones. La misma bombilla del primer dia cuelga del techo sostenida por los propios cables que le dan la corriente, es una imagen de pobreza y vacio que por alguna extraña razón suele pasar desapercibido sobre mi cabeza. Cada vez que entro en la habitación ni siquiera miro hacia arriba, como si la bombilla estuviera vedada a mis vista, por lo que no necesito decorarla. Solo cuando estoy sin nada que hacer y me aburro miro hacia arriba desde la butaca del ordenador o tumbado sobre la cama y veo la penosa bombilla sujeta en su casquillo a treinta centímetros del techo.

Hecho de menos el espejo que era antes la puerta de mi armario, y ver reflejado la ventana y la luz que entraba entre las cortinas y las plantas, ahora ya no hay plantas ni cortinas, me aburren las vistas al interior de un patio con jardin, y que ni un haz de luz se cuela ahora a mi habitación, por lo que no quiero espejo en el que ver reflejado la ventana como esta.

Hecho de menos el color azul de las paredes y las estanterias llenas de cosas absurdas, ahora todo es de un tono malva que me relaja hasta el punto de entrar en depresión.
El desorden, que pensaba estaba proporcionado por compartir el cuarto con mi hermano, se acumula ahora en montones caóticos de ropa y pelusa por el suelo y apuntes y papeles inundando el escritorio del ordenador, aunque esta vez el cuarto es sólo mio.



Hace dias que intento escribir algo pero esta petardería es lo único que sale de los dedos al teclado. Quizá sea más facil escribir de sangre y sexo, pero ya hay muchos que lo hacen, y escribir sobre lo aburrido de una habitación es tb una forma de pasar el tiempo.